Como bomba hirió cristales
como sismo, derramó su polvo.
Quería ser único
visible
Permanente en la memoria del espacio, […]
Como bomba hirió cristales
como sismo, derramó su polvo.
Quería ser único
visible
Permanente en la memoria del espacio, […]
Esta columna fue escrita originalmente por mí y se publicó en Periódico Contrapunto un Lunes, 09 de Mayo del 2016. Las grandes industrias han estandarizado las formas del hacer. La aceptación y aprobación por parte de instituciones que definen qué es arte y cuáles sus géneros, motiva a artistas a continuar patrones y perfeccionarse desde allí, en un molde, para desmenuzar esa obra, y encontrar la receta que les garantice la fama. En cine, por ejemplo, pareciera que el espectador no da crédito positivo a un film sin FX, romance y final feliz o deje dudas sobre alguna trama, y donde no haya una mujer bella como objeto atractivo. Pero existen instituciones que buscan reconocer el trabajo independiente. También son una élite, quizás más exclusiva, pero que no pretende el fervor popular, sino dar crédito al hacer sentido y al mensaje que del otro lado, no cabría. Acá encontramos una cantidad de mujeres con magnífico talento: la poética orientada a lo social. Aristóteles describe el pensamiento poético como el que tiene fin en los sujetos y los objetos que ellos elaboren a perfección. En contraposición a esto, tomaré de Osho una distinción que hace sobre el arte subjetivo y objetivo, donde el primero sería aquel hecho por solo placer, sin importar un sentido o utilidad en lo humano; el segundo, va orientado a la apropiación colectiva de un mensaje que edifique a la humanidad. Y creo, que los artistas que más llaman mi atención son aquellos que, además de conocer las formas del hacer viven en la búsqueda y la necesidad de expresar a través de la tejné una idea valiosa para la sociedad, pues eso hace de su poética, un tesoro. Y qué mejor que acercarnos a conocer el arte de las mujeres, aquellas de las que poco se conoce y que irrefutablemente necesitamos mirar y reconocer. Shirin Neshat Mujer iraní, y madre, ha dedicado su vida a la lucha feminista con el arte cinematográfico. Partió hacia E.E.U.U. a los 17 años para estudiar Artes, y en ese período, acontece una revolución en Irán ( 1979 ), donde se instaura una política rigurosa y estricta con las mujeres y el pueblo iraní. Al volver, el irreconocible cambio de su tierra, motivó a la artista a crear obras de protesta por el sesgo a la libertad de las musulmanas, pero también rompiendo con el estereotipo mal construido en occidente sobre el Islam. Pues en esencia, ni la religión ni el Corán, propone abuso, agresión o coartación a la libertad de la mujer. La obra de la artista está siempre llena de dualidad enfrentada. Para hacer su protesta, no se sitúa del lado mal orientado de occidente, que engendra odio, sino con base en un ideal conciliador. En la instalación artística, “Turbulent”, se hace referencia a la prohibición que el Estado iraní impone a las mujeres para cantar. Se presenta una proyección sobre dos paredes opuestas que dialogan, en blanco y negro. En una, un personaje masculino, representado por Shoja Azari (su pareja actual) está acompañado por música y espectadores hombres, vestidos de blanco y negro iguales a él y que dan la apariencia de darle apoyo a sus espaldas. Al terminar su canto se dirige a ellos para agradecer los aplausos. Regresa, como por deber, a su posición, para dar tiempo a quien no mira y no acompaña: su encerrada y prohibida colega. En la otra pared, Sussan Deyhim, representa a una mujer que está de frente a las butacas, en un auditorio vacío, sin música. Solamente la cámara la busca para revelar su acto, sin más melodía que su virtuosa voz y la exagerada reverberación que supone dar el espacio vacío reforzando la intención. El personaje masculino es un ente cómodo y pasivo ante el deseo de la mujer, a quien no dará crédito. Su largometraje Women Without Men fue galardonado por su Dirección en la Muestra Internacional de Cine de Venecia de 2009. —————————————– Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. […]
Hubo un tiempo y una única vez en la historia del papado católico en la que el Sumo Pontífice fue una mujer. […]