Cuanto más sensaciones e ideas de atractivas realidades se nos presentan, más frustrante es el hecho de su desvanesencia en la nada-tiempo. Todo se vuelve una efigie, inmaterial e inacaparable. No nos referiremos con este texto a la famosa novela de Herbert Wells publicada en 1895, pero no descartaría pensar en el fascinante invento del Viajero a Través del Tiempo y su pasión por explorar otros espacios desde uno solo (su laboratorio, que en otras épocas serán-fueron otros espacios, modificados por el paso del tiempo), y el personaje perdido en mundos que creemos fantásticos, con las herramientas que servirían para dar constancia de sus expediciones. Aún cuando el Viajero a Través del Tiempo intentara acaparar en un dispositivo algo de lo visto, la degradación suya o de las evidencias, como de las experiencias, sería fugaz e inevitable. En el transcurso de la historia de lo que conocemos como humanidad hemos venido ¿perfeccionando? mecanismos en el intento de igualar, atrapar y acompañar los relatos de los tiempos. La insatisfacción en cuanto a resultados ha hecho que los dispositivos vayan modificando a nivel tecnológico sin ser ajenos de nuestra destreza, es decir, de la mano de la razón y literalmente con la mano de un obrador. El éxito cualitativo de los resultados es solamente un fragmento de algún punto de vista, no un retrato 100% fiel de algo absoluto y en definitiva, ninguna máquina debería representar competitividad con otra, aún cuando en algunos tiempos se intentó confrontarlas y acusarlas de ser mejores o peores por plasmar, reproducir y retener con mucha mayor fidelidad la realidad. Lo cierto es que lo único logrado ha sido una fragmentación subjetiva y ninguna de estas invenciones es más o menos ajena del discernimiento/conocimiento humano, pese al “ahorro” de tiempo que pueda significar la obtención de un producto final. Y si el objetivo fuera acercarse a una ruptura en cuanto a la copia de “lo real” a través de tecnologías creadoras de imágenes fantásticas, por imaginación o modificación, consideraría igualmente fútil la valoración cualitativa de dichas herramientas. Desde el dibujo obtenido a través de una cámara oscura, la libre pincelada del expresionismo, la fotografía analógica, la cámara digital, el cine y la TV hasta la realización de imágenes digitalizadas a través de sistemas computarizados… arcaicos o no, siempre recurrieron a lo humano para su ingeniería, y elaboración científica y es por medio del ingenio humano que pueden funcionar. Grandes eruditos como Benedetto Varchi (1547-1549), Leonardo Da Vinci, Klein o Zerner en los siglos XV y XVI han discutido e impuesto la idea de escalas de valor entre las diferentes técnicas de arte. Se llegó a decir que la pintura demandaba mayores capacidades que la escultura por asombro, en la medida que si bien parece menos ligada a la naturaleza porque no está hecha de materia y relieve, era superior porque para ellos, el artista recurría más a su espíritu para la creación de tal tipo de obra. Por ej. En los cuadernos de Da Vinci (sección # XXVIII) encontramos una comparativa de la pintura respecto de la escultura en un rango superior o igual que el de la poesía. La pintura o “arte mecánico” sería para él el arte por excelencia “nieta de la naturaleza y pareinte de Dios mismo” Si la poesía “describe las acciones del espíritu”, la pintura “considera el espíritu a través de los movimientos de los cuerpos”; de ahí proviene, en nombre del placer y de lo verdadero, un privilegio del cual la semejanza fue el centro de atención. Sin desestimar lo evidentemente prodigiosa que fueron sus obras, me apego más a lo que pensadores contemporáneos como Raymond Bellour, escritor Francés y crítico de cine y literatura. En la tesis “La Doble Hélice”, Bellour explica que cuanto más se extiende el poder de analogía de un sistema, más se manifiestan tendencias a la des-analogización de la representación: Lo análogo no es lo verdadero, incluso si lo ha sido o se creyó que lo fuera. Pero participando de una historia —más o menos aquella de la semejanza— la idea o la impresión de analogía contribuye, en principio, a ubicar los tiempos y modos de una evolución. (…) En una palabra, el recurso a la analogía permite continuar evaluándolas en función de una distancia, desafiando las metamorfosis de la norma y casi hasta su desaparición” Probablemente la fotografía fue inventada con intención de duplicar y acaparar la realidad. Algunos teóricos la valoraron como maquinaria capaz de reproducir fielmente lo que nuestros ojos veían, y en los usos, su aparición se ha ido transformando con fines cada vez más abstractos, como podemos mencionar desde los rayos X, hasta fotos de los estadíos del sueño y hasta reconstrucciones de mundos donde conjugan humanos y espíritus “invisibles”, por ejemplo. Si bien cada nuevo aparato creador de imágenes aparecido en el transcurso de los tiempos, ha implicado una innovación por su evidente ingeniería, oculta (o no tan oculta), la ideología que intenta perpetuarse en la psiquis humana es la del con “progreso” (como algo mejor, adecuado, evolucionado y sinónimos conservadores poco horizontales y políticamente hegemónicos), en otras palabras, con intenciones de manipulación y aprovechamiento de la ingenuidad de las personas para ser encarriladas a la idea de que la máquina más nueva, simplificará las labores, tanto en tiempo como en la “perfección” que se ofrece. Pero para sorpresa del mismo sistema, quizás o no, el artista no desaparece y tampoco ha necesitado de la mejor tecnología para expresar una intención o discurso. En realidad estas maquinarias son artefactos que funcionan conjugando los mecanismos de todas las otras máquinas, y que sin importar los beneficios técnicos que aparentan tener (o evidentemente tienen) en sí mismas, la computadora y sus softwares, necesitan de una persona que los sepa conducir, con criterio e ingenio para generar algo bello y útil. Phillipe Dubois, pintor abstracto, ensayista, vicepresidente de la Universidad de París III y artista belga mejor conocido por su firma como Phébus, explica en “Máquinas de Imagen: Una cuestión de línea general” que no se trata de que la última […]
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Sueños hechos Realidad
Soñar con la vida que vives es común, pero ¿deseaste alguna vez vivir la vida que sueñas?, o bien: poder acceder a ambas tan fácil como encender una pantalla? […]
Amar
Por: Iris Monge El fin de amar es construir épocas memorables; muchas.Amar una sola vez acortaría la existencia.Ábrete a lo múltiple y plural del universo. Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. [lotos_likes] […]
LA MÁQUINA DEL TIEMPO
Cuanto más sensaciones e ideas de atractivas realidades se nos presentan, más frustrante es el hecho de su desvanescencia en la nada – tiempo. Todo se vuelve una efigie, inmaterial e inacaparable. No nos referiremos con este texto a la famosa novela de Herbert Wells publicada en 1895, pero no descartaría pensar en el fascinante invento del Viajero a Través del Tiempo y su pasión por explorar otros espacios desde uno solo (su laboratorio, que en otras épocas serán-fueron otros espacios, modificados por el paso del tiempo), y el personaje perdido en mundos que creemos fantásticos, con las herramientas que servirían para dar constancia de sus expediciones. Aún cuando el Viajero a Través del Tiempo intentara acaparar en un dispositivo algo de lo visto, la degradación suya o de las evidencias, como de las experiencias, sería fugaz e inevitable. En el transcurso de la historia de lo que conocemos como humanidad hemos venido ¿perfeccionando? mecanismos en el intento de igualar, atrapar y acompañar los relatos de los tiempos. La insatisfacción en cuanto a resultados ha hecho que los dispositivos vayan modificando a nivel tecnológico sin ser ajenos de nuestra destreza, es decir, de la mano de la razón y literalmente con la mano de un obrador. El éxito cualitativo de los resultados es solamente un fragmento de algún punto de vista, no un retrato 100% fiel de algo absoluto y en definitiva, ninguna máquina debería representar competitividad con otra, aún cuando en algunos tiempos se intentó confrontarlas y acusarlas de ser mejores o peores por plasmar, reproducir y retener con mucha mayor fidelidad la realidad. Lo cierto es que lo único logrado ha sido una fragmentación subjetiva y ninguna de estas invenciones es más o menos ajena del discernimiento/conocimiento humano, pese al “ahorro” de tiempo que pueda significar la obtención de un producto final. Y si el objetivo fuera acercarse a una ruptura en cuanto a la copia de “lo real” a través de tecnologías creadoras de imágenes fantásticas, por imaginación o modificación, consideraría igualmente fútil la valoración cualitativa de dichas herramientas. Desde el dibujo obtenido a través de una cámara oscura, la libre pincelada del expresionismo, la fotografía analógica, la cámara digital, el cine y la TV hasta la realización de imágenes digitalizadas a través de sistemas computarizados… arcaicos o no, siempre recurrieron a lo humano para su ingeniería, y elaboración científica y es por medio del ingenio humano que pueden funcionar. Grandes eruditos como Benedetto Varchi (1547-1549), Leonardo Da Vinci, Klein o Zerner en los siglos XV y XVI han discutido e impuesto la idea de escalas de valor entre las diferentes técnicas de arte. Se llegó a decir que la pintura demandaba mayores capacidades que la escultura por asombro, en la medida que si bien parece menos ligada a la naturaleza porque no está hecha de materia y relieve, era superior porque para ellos, el artista recurría más a su espíritu para la creación de tal tipo de obra. Por ej. En los cuadernos de Da Vinci (sección # XXVIII) encontramos una comparativa de la pintura respecto de la escultura en un rango superior o igual que el de la poesía. La pintura o “arte mecánico” sería para él el arte por excelencia “nieta de la naturaleza y pareinte de Dios mismo” Si la poesía “describe las acciones del espíritu”, la pintura “considera el espíritu a través de los movimientos de los cuerpos”; de ahí proviene, en nombre del placer y de lo verdadero, un privilegio del cual la semejanza fue el centro de atención. Sin desestimar lo evidentemente prodigiosa que fueron sus obras, me apego más a lo que pensadores contemporáneos como Raymond Bellour, escritor Francés y crítico de cine y literatura. En la tesis “La Doble Hélice”, Bellour explica que cuanto más se extiende el poder de analogía de un sistema, más se manifiestan tendencias a la des-analogización de la representación: Lo análogo no es lo verdadero, incluso si lo ha sido o se creyó que lo fuera. Pero participando de una historia —más o menos aquella de la semejanza— la idea o la impresión de analogía contribuye, en principio, a ubicar los tiempos y modos de una evolución. (…) En una palabra, el recurso a la analogía permite continuar evaluándolas en función de una distancia, desafiando las metamorfosis de la norma y casi hasta su desaparición” Probablemente la fotografía fue inventada con intención de duplicar y acaparar la realidad. Algunos teóricos la valoraron como maquinaria capaz de reproducir fielmente lo que nuestros ojos veían, y en los usos, su aparición se ha ido transformando con fines cada vez más abstractos, como podemos mencionar desde los rayos X, hasta fotos de los estadíos del sueño y hasta reconstrucciones de mundos donde conjugan humanos y espíritus “invisibles”, por ejemplo. Si bien cada nuevo aparato creador de imágenes aparecido en el transcurso de los tiempos, ha implicado una innovación por su evidente ingeniería, oculta (o no tan oculta), la ideología que intenta perpetuarse en la psiquis humana es la del con “progreso” (como algo mejor, adecuado, evolucionado y sinónimos conservadores poco horizontales y políticamente hegemónicos), en otras palabras, con intenciones de manipulación y aprovechamiento de la ingenuidad de las personas para ser encarriladas a la idea de que la máquina más nueva, simplificará las labores, tanto en tiempo como en la “perfección” que se ofrece. Pero para sorpresa del mismo sistema, quizás o no, el artista no desaparece y tampoco ha necesitado de la mejor tecnología para expresar una intención o discurso. En realidad estas maquinarias son artefactos que funcionan conjugando los mecanismos de todas las otras máquinas, y que sin importar los beneficios técnicos que aparentan tener (o evidentemente tienen) en sí mismas, la computadora y sus softwares, necesitan de una persona que los sepa conducir, con criterio e ingenio para generar algo bello y útil. Phillipe Dubois, pintor abstracto, ensayista, vicepresidente de la Universidad de París III y artista belga mejor conocido por su firma como Phébus, explica en “Máquinas de Imagen: Una cuestión […]
El Cine de Subiela en la Argentina de El Nuevo Cine Argentino
Eliseo Subiela, director Argentino, nacido en los años 40′ y quien incursionó en las Artes Audiovisuales a la temprana edad de los 17 años, también conocido por su juventud activa en la política de la izquierda peronista, es el realizador y guionista de las dos películas que propongo estudiar en cuanto a estilo, sus similitudes y diferencias. La primera es “Hombre Mirando al Sudeste” de 1986 y la segunda se trata de “El Lado Oscuro del Corazón” de 1992, co producción Argentina y Canadiense. Ambas, catalogadas dentro del género surrealista, por su alto contenido poético, no realista, tanto de los diálogos como de la narrativa en la imagen: un hombre, Oliverio, activa con una cadena un dispositivo que lanza a la mujer con la que se encuentra en la cama, hacia un abismo ubicado bajo dicha cama, expresándole que no le perdonaría el no saber volar. (Escena de “El Lado Oscuro del Corazón”). De igual manera, en “Hombre mirando al Sudeste”, suceden cosas absurdas y no esperadas, como el extraño vómito negro que expulsa la hermana de Rantés al involucrarse con el Dr. Julio, quien empieza a dudar sobre su propia cordura”. Sobre el surrealismo y la naturaleza onírica de expresarse Subiela, podríamos citarlo a él mismo, quien en su sitio oficial: www.eliseosubiela.com nos cuenta, con su especial retórica sobre su idea acerca del cine, como un espacio surrealista, donde las personas se sinceran consigo mismos aceptando su fragilidad e ingenuidad de desear dialogar en el juego de la ilusión con historias imposibles. El autor comenta en su artículo “Mi Oficio” escrito en 2000: “Una sala de cine es el único ámbito donde los adultos confiesan la supervivencia de la infantil necesidad de ser arrullados por un cuento” y ante la imposibilidad humana y de modus operandi de nuestra sociedad, nos queda el consuelo de recurrir al hábito de visitarlas como alivio sanador, en palabras del autor: “(las salas de cine son) las sedes doplomáticas universales a la que los seres humanos acuden para pedir un salvoconducto para sus sueños”. Pablo Arredondo Moreira, en su estudio “Mirar la realidad desde otro lugar: “El Lado oscuro del corazón de Eliseo subiela” para la Universidad Nacional de Tucumán nos explica el contexto en que este film fue producido y que es el mismo de “Hombre Mirando al Sudeste”.En realidad ambos films corresponden a la llamada Nuevo Cine Argentino, movimiento que data desde la llegada de la democracia en 1983. Se caracteriza por romper con la estructura del cine de los 70′ que era más bien evasivo, propio de los procesos militares en el mundo, en donde muy pocos artistas se atreven, por temor a hacer algún tipo de denuncia o promover el pensamiento reflexivo. La democracia daría lugar a. En palabras de Arredondo: “(el cine de esa época está) caracterizado por la libertad temática e ideológica, por el rechazo a la época represiva anterior y por singulares búsquedas estéticas. (…)Estas propuestas se constituyen a través de textos fílmicos que entablan una relación intertextual con la literatura. La ambigüedad semántica, las expresiones metafóricas, los juegos espacio-temporales, la incorporación de modelos típicos de la literatura, o bien el trabajo crítico a través de la parodia o una visión social frente a lo institucional.” Bajo este contexto de liberación es más sencillo comprender el origen de las ideas de Subiela y su afán cuestionador de la existencia, el amor, la muerte. Si bien ambas coinciden en cuanto a género, existen significativas diferencias en sus temáticas y eso es lo que mencionaré más adelante. Comenzaré describiendo algunos modos de hacer que se repiten dentro del estilo de Subiela. En primer lugar, llama mi atención el tono paródico, en el caso de “Hombre mirando al sudeste” que motiva a cuestionarse sobre la naturaleza de Jesucristo, quien como bien sabemos, es mitad humano y mitad divino. En el blog http://cineconcine.blogspot.com.ar/ encontramos una crítica sobre esto que digo. Danis Wood publicó el 17 de marzo de 2011: “Al protagonista misterioso nos lo presentan en todo momento haciendo el bien, ayudando al resto de personas, llegándolo a equiparar con Jesucristo. Sus compañeros del manicomio le ven como al elegido, el hombre que les ha venido a salvar de este mundo que les condena.” Dannis Wood asegura esto, pese a que Subiela negara toda acusación de blasfemia: «soy tan creyente, cristiano y travieso como lo fue Buñuel», cuando se le preguntara sobre el por qué de la aparición de un cristo decepcionado por la naturaleza humana en su película “Últimas Imágenes del Naufragio”. Si bien ambos personajes protagónicos son excéntricos, intelectuales y dominantes, Rantés es un extraterrestre o al menos es de otra naturaleza, mientras que Oliverio es más bien un artista, poeta, frustrado con su dificultad de encontrar a una mujer que llene sus expectativas. A Rantés poco le interesa habitar en un manicomio; es él mismo quien ha llegado allí, o al menos eso es lo que el Doctor entiende. La temática de “El lado oscuro del corazón es el amor” mientras que la de “Hombre mirando al sudeste” es la duda sobre la cordura y la razón. Para enfatizar sobre estas diferencias, y bajo mi conocimiento sobre el Diseño publicitario, me gustaría hablar de los artes de tapas de los films. En “El Lado Oscuro del Corazón”, en cuanto a estilo gráfico encontramos divergencias y que, aunque sepamos que los diseños de tapa y afiches hacen referencia tanto al género del film, éstos en realidad hacen mayor referencia a las temáticas, y así a la respectiva éstética para tratar dichos temas en los ochenta. Por un lado, en “Hombre mirando al sudeste” observamos un collage, técnica muy usada artesanalmente en aquellos años, y en donde observamos la cabeza del protagonistas, de espaldas donde la mitad es un mundo y el resto es el cuerpo del personaje. El mundo está sobre el infinito negro mientras que la porción de su cuerpo está sobre un fondo azul, igual que el del planeta pero con jeroglíficos. Este primer arte a analizar nos da la idea de la reflexión […]
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