Bebo tus lágrimas
en su más vaporosa estructura
culpándome de haberte ilusionado
cuando yo también te quise en tantas, muchas formas.
No te he mentido
Soy yo quien no comprende
por qué me sonreías en la blancura de los cielos
y enmedio de la música
con tantos anhelos
que luego como nada decías «no, ya no»
Y acá, sin poder desempezar
prefiero decir adiós
sin polen ni viento
nosotros, ya no floreceremos.
Porque no entiendo tu deseo restante
fraccionado.
No me sale quitarle escenas a lo escrito.
Pero, si un día me lo explicas
abrazaré tu alma en aquellas luces que encendías
y que antes me pediste…
y que luego, como nada dijiste:
«no hay magia, no existe».
Mi copa sigue rebosante
abierta esperando
para escuchar desde el fondo tu latir
e imaginarte las sonrisas amarillas
aunque nunca sea como hubieras querido.
Primavero, tan confuso
luminoso al fin y al cabo.
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