Córdoba, 30 de Marzo, 20017.
Me adentro a un lugar llamado 220 Cultura Contemporánea. Olvidé mi cámara pero tomé una postal en la entrada, como sustituto de alguna píldora especial con la que logro percibir encapsulados retumbos, remolinos de viento, pelos a golpe seco sobre el cuero que rechina con el roce. La noche del tiempo presente, revela sobre un exagerado y luminoso blanco a la muerte; la resurrección estática de aquellas máquinas que dieron origen al placer por un nuevo estentóreo inimaginado.
Hablamos de Bob Gruen, taxidermista de la fugacidad, la luz y el tiempo; de bestias imposibles, deseables, delirables, que morían, reían, se desintegraban por inanición voluntaria o han ido dejando por desprendimiento, lentamente su naturaleza.
De cualquier manera, el casi inaudible intento de diégesis sonora en este espacio, da la impresión de que todo lo que allí pende, es revelación sublime de una importante civilización. Como estáticas efigies, dan fe de los vestigios de un inmortal momento de apertura en la mente, la memoria y gusto estético de nuestra humanidad.
Gracias, maestro cazador del tiempo, por estar hoy y siempre presente, en la sala y en la gran red.
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