Una tarde con vos
era
rodearse de bosque
donde se veían evasivos canales de cielo.
En la albura de tus dedos
se enrollaban destilados
litros de lo efímero:
aire de aquellas notas danzantes.
Ahora
Los árboles están abiertos
menean la sombra en el suelo
jugando a escaparse para dejar pasar las diminutas luces
multiplicadas de sol y luna
o el recuerdo vivo
de luciérnagas de plata refulgiendo las centellas como duro cuarzo blanco.
La habitación aún suena cuando atisban los destellos pimpineantes:
pim…
pim
pirilín
pirililín:
Se esparcen a dosis, semillas sobre vidrios.
Ya nunca se abrirán los ojos
que sabían reposar láguidamente en el café hialino que rodeaba dos pupilas
espejos negros absorbentes
curvaron mi desdicha para ampliar este espacio inadvertido
de uno, ausente
magnificación de bosque en lontananza
deformación inefable que se niega a explorar lo rotundo.
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