Se comía una empanada fría y las hojas del manzano, todas dadas vuelta, convulsionaban con cada gota, miles parecían toser moribundas. El globo no tenía a dónde ir. Los filos de la lluvia le habían mojado tanto las pestañas que ya era imposible mirar los colores y él sentía como si tuviera todo eso lleno de llagas la cara, el fémur… Ya ni se entendía. La empanada se había vuelto un charco y el globo sin manos se desplomaba invocando a las naves estelares: – ¡Piedad!…¡¡Piedaaad!! El cielo no paró ¿A quién le iba a importar un globo? … El pobre terminó deseando reducir el acribillamiento pluvial encaramándose a cuestas por el manzano y la rama izquierda del omóplato superior del árbol se clavó interespacialmente por su abdomen hasta exprimirle el aire. A la mañana siguiente fue encontrado ínfimo de asfixia y sin remedio. 24-07-17 —-Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. […]