Nos encontrábamos en lo alto de una meseta que se elevaba desde las prominentes arenas negri-profundas difuminadas hasta lograr el azul más puro e intenso. Yo me deslicé por el tobogán de arena y caí para explorar las aguas de la redonda poza izquierda vos buscaste más allá, y te lanzaste por algún otro tobogán, fue así que caímos en diferentes estanques ambos redondos, hermosos jardines acuáticos. El agua no era azul lo era la arena en lo profundo y en mi impaciencia por conocerlo todo salí, corrí hasta llegar a una playa y encontrar a un hombre que vendía florcitas de begonia en una canasta las eran de color rosa, coral y blanco (vos, continuabas flotando en el agua clara). Le pedí al hombre que liberara a las flores y ellas cayeron en mis manos todas abiertas. Espérame las llevo a los estanques para verlas crecer con la magia que exhala el diálgo entre sikus. Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. […]