Atrás de mí la selva.El ser pequeñito de la ciudad hermosaabrió la puerta del futuropor donde ya no quiso entrar. Marzo no dio miedoescribía las imágenes con la tinta del fangoy al secarse, su pluma lo sacudió todocomo tile* y como brumaapenas quedó la sombra sin más movimiento. El llanto del sol era eternocomo todos los días de un Mayo sombríocuando atrás la selva crecía a las floresy en la ciudad hermosael ser pequeñito se iba volando,quinde emplumado de las noches púrpuras. La piel, del bronce desprendió el estañoy aquel monumento se fue reduciendo.Atrás, la selva inundada queda.Ninguna luciérnaga volverá a encenderse.Las noches, amarillentas van destilando dolor de las piedras,la mezcla de lluvia y llanto va destiñendo «lo todo». La versión reducida de aquello es esto:siempre fragmentoesquina dura.Nunca será suficiente habernos conocido. *TILE: mecha gris volátil, ceniza efímera que vuela de un carbón. —-Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. […]
Etiqueta: adiós
Céfiro
Parecía un angelito, todo hecho con pétalos floridos… ¿cómo no se lo iba a llevar la primavera? enmedio de esos aromas de pequeñas florecillas blancas a las que nunca les supe el nombre. Sus dedos eran flautas y aquello que sonaba, me hacía menear por dentro musicalmente como si fuese humo… él y una misma, apartando el miedo quién sabe si por soplido o «sahumamiento» o si fue el simple hecho de tener incorporado en sí eso de saber viajar y viajarlo todo con el empuje de sonoras ondas. «Esa brisita me habla, ¿qué me estará queriendo decir?» fue el último mensaje con el que concluyó lo nuestro haciéndome reir junto a él quizás para citarse a sí mismo o predecir el final de lo nuestro. ———— Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. […]
Fugacidad perpetua II
Se llama al acaloramiento local con los ojos entreabiertos cabalgándosele en el entrepelo enredado, o los remolinos de las sienes. Fulguran raudos los ojos fulminantes chocando y rebotando por los techos y paredes de aquel amplio cúbico, y vagos, se nos pierden en la bruma solecida (o siendo sólo) lámpara roja en oscuridad sin luna y sin espacio relámpagos de sulfúrico incendio. Se han ido los ojos para no vernos lamer diminutos seres doblando la memoria. […]