Nos encontrábamos en lo alto de una meseta
que se elevaba desde las prominentes arenas
negri-profundas
difuminadas hasta lograr el azul más puro e intenso.
Yo me deslicé por el tobogán de arena
y caí para explorar las aguas de la redonda poza izquierda
vos buscaste más allá,
y te lanzaste por algún otro tobogán,
fue así que caímos en diferentes estanques
ambos redondos, hermosos jardines acuáticos.
El agua no era azul
lo era la arena en lo profundo
y en mi impaciencia por conocerlo todo
salí, corrí hasta llegar a una playa
y encontrar a un hombre que vendía florcitas de begonia en una canasta
las eran de color rosa, coral y blanco
(vos, continuabas flotando en el agua clara).
Le pedí al hombre que liberara a las flores
y ellas cayeron en mis manos
todas
abiertas.
Espérame
las llevo a los estanques para verlas crecer
con la magia que exhala el diálgo entre sikus.
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