Sonaba todo el tiempo con tal misterio
que nunca supe muy bien si sabíamos hablar el mismo idioma.
Razón por la cual, debido a su centro ensemillado
(el cual lo hacía sonar también como maraquita),
logré comunicarme sólo a través de otros seres cristalinos…
gemósferos (o bien, gemas esferadas),
pulidas como él: como sus cuerdas sibilantes y todo lo que lleva dentro
en un intento de expresarle algo mío, sin palabra o tacto.
Dulce y suavecito
sus ojos brillaron como pequeños soles
con miedo de mi miedo y sin entender del todo mi cariño
o que me gustaría visitarlo en sus jardines
y que todos sus lunares hagan sonar desde adentro a la tierra
cada que rompa un melón nuevo con su canto.
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