Daba la sensación de que al mirarlo
sus pestañas sonaban como cascabelitos.
…¡Ay!, esos ojos libelulares:
flotantes puntos rodeados de ámbar auras
iban dejando caer semillitas tostadas
y mi corazón comía entusiasmado
agarrando color y lumbre.
El Genio traía una capa misteriosa
mi corazón intuía que detrás de ella había oculta
una miríada de luces.
La capa se le movía zigzagueante
como si desde adentro soplara un huracán.
El Genio no tenía forma
solo ojos de pacún alados
y el viento interno se iba volviendo apacible
similar al de los otoñales follajes de Abril.
Lentamente se percibían sibilantes algunas palabras
como atisbos de dulzura o zumbidos graves
hasta tomar forma de hombrecito
y la capa apenas dejaba asomar sus labios rellenitos…
y lo que al principio era como tela vaporosa,
se le iba enraizando como barba
para cubrirle el corazón de sus palabras.
Y yo, frente a todo ese ese espectáculo de transformación
caí en la cuenta de que era día 13
y que al final, todo él era un mazapán de mi tamaño.
Entonces, lo abracé para colarme entre su barba capa
y descubirle el corazón.
El viento me sacudió los fuegos haciéndolos bailar
y extendiéndolos, invisibles
encantados.
Desaparecí en él
deseándome llamar su pensamiento…