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Espacio, tiempo y sociedad

He analizado en otra nota los primeros dos conceptos desde la fotografía y el cine, dos grandes armas de las artes y que han servido de evidencia sobre los devenires de la sociedad y sus épocas. Hoy quiero enfatizar un poco eso último. Espacio y/o Tiempo no son conceptos rígidos, estáticos ni únicos como para intentar definirlos en un solo concepto. En el Diccionario de la RAE aparecen conceptos sobre estos términos. Se describe como espacio: a la extensión que contiene la materia existente o la porción de territorio que ocupa un objeto, o la distancia que hay entre dos objetos. También se incluye en espacio una noción similar en relación al tiempo, que sería el transcurso entre sucesos. Para Tiempo, la RAE define a grosso modo que es la duración de algo o que es el momento en que acontece una época. Para Daniel Hernaux, el tiempo y el espacio no podrían estar separados uno del otro y debe ser visto en relación a los ojos de quién vive esa Espacio-temporalidad, es decir, desde la perspectiva de cada sociedad. Para ello, enuncia 3 modelos de clasificación de espacio-temporalidad en relación a cómo los individuos (sociedades) conviven con ciertos procesos tecnológicos. El primero sería: Espacio-Tiempo Circular; el segundo:Espacio-Tiempo Lineal (o del Fordismo) y el tercero sería la concepción del Espacio-Tiempo de la Simultaneidad (o post-Fordismo). La primera de estas, Espacio tiempo Circular,  sería aquella en la que una sociedad convive en su forma más tradicional con la tecnología, sin observarse mucho cambio, sino más bien, permanencia y repetición y donde lo cotidiano prevalece y acontece en un presente marcado por la presencia del pasado. El segundo paradigma, Espacio-Tiempo Lineal, a diferencia, intenta eludir lo pasado, tal como el mal llamado “conquistador” Hernán Cortez planificó la construcción de una ciudad por sobre la entonces existente Tenochtitlán, imponiendo un nuevo génesis de sociedad (lo previo no tendría cabida en la historia oficial y ojalá tampoco en la memoria). Acá aparece la idea de “fundación” y se aleja del respeto en todo sentido. Tampoco interesa el tiempo de la naturaleza porque prevalece la idea de dominación o imposición y lo único importante sería la modernización, lo novedoso, la ambición por transformarse y no retroceder jamás. Este segundo paradigma es del que más hemos estado impregnados en latinoamérica. Dentro de este mismo paradigma aparece su vínculo próximo con el Fordismo, con la llegada, o más bien imposición del capitalismo en los inicios del XX: una forma de optimización del trabajo, donde la explotación no respetaría el tiempo natural (necesidades básicas de descanso o elección de tareas de los trabajadores, además de la explotación de recursos naturales y la tierra) sino la reproducción eficiente de productos en menor tiempo y con el menor uso de materia prima o mejor, la explotación de los mismos a costos risibles; igual o en concordancia con la idea de conquista y expansión y donde la tecnología debe avanzar constantemente junto con la sociedad para mejorar los procesos de producción, reemplazando procesos anteriores. El tercer paradigma, el Espacio-Tiempo de la simultaneidad, sería una mejora al paradigma anterior, un post-fordismo, donde hay una idea de crecimiento y progreso acelerado de lo espacio-temporal, coherente con la lógica moderna. La simultaneidad deviene de la globalización o mundialización, proceso en el que un mismo patrón estaría sucediendo consecutivamente en varios espacios o internacionalmente; cambiando potencialmente nuestra percepción espacio-temporal, tal como sucede con las nuevas tecnologías: el en vivo, las redes sociales y otros procedimientos tecnológicos de la actualidad. El espacio acá es uno mismo, “aquí y ahora”, una realidad virtual. Se optimiza más allá del los materiales, el tiempo y sucede en muchas partes a la vez, como si fuera un solo espacio. Feliciano Elizondo narra en su texto “Integración y nuevas relaciones de los pueblos indígenas de Costa Rica”, la forma de vida de los aborígenes de una comunidad en Centroamérica. Intentan preservar a partir de sus creencias y costumbres, pero sabiendo que conviven en un territorio que ha sido invadido despiadadamente sin conocimiento de los procesos naturales de su entorno. Eizondo propone, que una vez se tome consciencia de la existencia de la ocupación en la modernidad y de la sociedad aborigen como otra forma más de la diversidad cultural en el mundo actual, quizás, en lugar de hacer desaparecer alguna de las formas de multiplicidad cultural del ahora, sería más conveniente integrarlas e integrarnos a ellas. En este sentido, y una vez explicados estos 3 conceptos, me gustaría pasar a una de las cosas que más nos gusta, que es el análisis de obras de arte 🙂 Para ello propongo observar las siguientes obras
La primera corresponde a la pintura de Claudio Portinari, pintor brasileño nacido en 1903 y quien en 1933 plasma la pieza a analizar: Morro.
La segunda obra, Verano, realizada por Antonio Ruiz, llamado también El Corzo en 1937 donde retrata una realidad del entonces México ya industrializado. Tanto México, como Brasil en esos momentos convivían con un panorama similar donde no podríamos disasociar la conjunción de múltiples espacio-temporalidades que detallaremos en relación a lo que Hernaux y Elizondo exponen. Es notable que en ambas pinturas hay una coexistencia de al menos los dos primeros paradigmas y no porque no exista simultaneidad cuando están sucediendo dos paradigmas dentro de un mismo cuadro, sino porque el postfordismo se refiere y hace mayor énfasis en el uso de una misma tecnología en un mundo globalizado, y en ese sentido, en ambos panoramas en realidad estamos observando que hay un sector que aún mantiene sus procesos, independientemente de si es o no el que ocupa mayor preoponderancia en el discurso visual. En Morro, El Espacio-Tiempo circular ocupa el 90% de la obra, y dicho paradigma convive con el del mundo industrializado, fordista o lineal (lo sabemos por la época/contexto en que se realizó la obra y el tipo de arquitectura que está en segundo plano, al fondo. Los personajes en la obra, no se integran al tiempo lineal, no lo necesitan, tampoco parecen sentirse aislados por lo que su gran comunidad ocupa un espacio que parece suficiente. En la obra Verano, el Fordismo ocupa mayor proporción sobre el lienzo, y aunque esté en segundo plano, llama la atención los personajes del primer plano, los menos, los “atrasados” y por lo tanto excluídos, por no sumarse al tiempo lineal. Con el paso del tiempo y en el actual siglo, podríamos especular que el post-fordismo acabaría con su existencia, si ellos no aspiran (“por lo menos”) a cambiar. En un mundo globalizado, si alguien no se suma a los nuevos sistemas que el capitalismo ofrece para la comunicación: redes y aparatos tecnológicos, dejaría de ser tomado en cuenta como individuo de una sociedad. Sería un error clasificar únicamente a estas obras en uno u otro paradigma de espaciotemporalidad, puesto que, de no ser por la suma de herramientas tecnológicas que hacen que uds. me acompañen en este momento a conocerlas y reconocerlas desde este análisis, estaríamos excluyendo al tercer paradigma, que englobaría los dos anteriores aquí y ahora. Para despedirme, y concluir este tema, reitero que es necesario, no solo que individualmente busquemos la forma de integrarnos a la simultaneidad, sino también reconocer la existencia de otras formas de sociedades, visibilizarlas y hacer valer sus métodos y costumbres como una más en el mundo.

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